General Prim.
Salían del parlamento y tres individuos vestidos con blusas, sin duda alertados de la llegada de Prim, se dirigían hacia el coche armados con lo que le parecieron carabinas o retacos, aunque uno de ellos llevaba con seguridad una pistola, al menos tres por el lado izquierdo y otras dos por el derecho.
Se dirigieron a toda prisa hacia el Ministerio de la Guerra, el general subió por su propio pie la escalerilla del ministerio, apoyándose en la barandilla con la mano afectada y dejando en el suelo un reguero de sangre.
Cuando llegaron los médicos apreciaron rápidamente los destrozos en los dedos de la mano derecha, de tal envergadura que fue preciso amputar de inmediato la primera falange del anular, quedando en peligro de amputación el índice. Le había sepultado al menos ocho balas en la carne y a las dos de la mañana se le habían extraído siete balas .
Aun cuando las heridas no eran demasiado graves, el hecho que se infectaran le provocó la muerte tres días después. El motivo de la infección fue la introducción en su pecho de retazos del abrigo de piel de oso que llevaba por el frío y que provocaron una sepsis.

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